«Niñas y niños en barcos desfilan, también en los pozos de Caudé desfilan un millón de víctimas».
Enrique Villarreal «El drogas»
“(…) Los jefes le llamaban “el cuarto de las mujeres”, allí encerraban a las muchachas más agraciadas que llegaban a la Comisaría de Los Arenales, la vieja casa terrera cedida por el obispado hasta pocos meses antes salón parroquial donde daban las clases de catequesis a los niños y don Fernando Acosta, el párroco de Triana, atendía y reservaba las misas y los entierros.
Cuando nos tocaba limpiarla era de las peores tareas que hacíamos, porque aquella habitación oscura, que no tenía ventana solo una pequeña claraboya que recogía algo de luz de la azotea; siempre oliendo a podrido, sin muebles, solo con una mesa de comedor y un colchón viejo y sucio en el suelo donde violaban a las detenidas. Me acuerdo en lo que llamaban “las fiestas con jembras” haciendo cola los mismos torturadores, todos de Falange Española, más “los agregados”, que era como llamaban a los que venían solo cuando había chicas guapas secuestradas. Allí te encontrabas rostros conocidos, casi todos de familias con renombre en la ciudad de Las Palmas, “gente rica gente el diablo”, decía mi compañero Faustino Alemán, también soldado de quintas tinerfeño como yo que nos pegamos media mili limpiando sangre y tripas en los tres centros que tenían aquellos malnacidos para hacer sus maldades. No teníamos que coger guagua o tranvía, estaban cerca uno del otro, más hacia Vegueta el Gabinete Literario y caminando por el Lugo al de la Playa Las Alcaravaneras, que era un colegio de curas convertido en un infierno…”
Fragmento del testimonio de Ramoncito Frias Mesa, recabado en 1987.
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