6 febrero 2025

El puño cerrado de Montull

Celebración del 1º de Mayo en el municipio palmero de Tazacorte. | | E.D.

“Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad”.

Federico García Lorca

A Felipe Montull, el muchacho valenciano, casado con una joven canaria de Valleseco, le tenían especial repulsión los dueños de la isla, no solo porque hablaba con sus compañeros catalanes de Telégrafos en valenciano, que era muy parecido al catalán, como si hablaran un mexicano y un colombiano, sino porque había sido siempre de los que encabezaba las huelgas agrícolas con su bandera rojinegra de la CNT, aunque se llevará la mayor parte de los palos de los sicarios y policías al servicio de los caciques ingleses y canarios.

El odio no era por ser peninsular, porque muchos de estos terratenientes, propietarios de haciendas que se perdían en el horizonte, hablaban de forma forzada con acento de la península, eso daba standing, nivel, se avergonzaban de su habla canaria, la veían y lo decían públicamente, “que así hablaban los moros guanches”, aunque los canarios no tuviéramos nada que ver con los magrebíes, ni siquiera en su forma de ser, ya que en su mayoría los de la colonia de Marruecos se pusieron desde el primer instante al servicio de Franco, para cometer las peores atrocidades sobre las mujeres y niñas hijas de los republicanos: violaciones en grupo, degollamientos, torturas imposibles de definir, incluso con el uso de ratas enormes y negras introducidas en las vaginas de las mujeres, hasta una vez enterraron viva a una niña de cinco años junto al cementerio de Agüimes, tras violarla durante horas en el alpendre de los Melianes.

Los canarios no éramos moros y nunca los rechazamos, siempre hemos sido acogedores, abiertos y solidarios con los que venían honradamente a trabajar, somos descendientes de un pueblo rico en una cultura ancestral que vino del norte de África hace miles de años, con sangre bereber, tuaregs,​ imuhars o kel tamasheq que era una civilización única (o amazigh) de tradición nómada del desierto del Sáhara, capaces de adaptarnos a unas islas de condiciones salvajes, sin casi recursos, a un territorio hostil, de preparar suelos de cultivo, ganados de cabras y ovejas, casas de piedra seca, cuevas artificiales, muchas de planta cruciforme, orientadas al universo y sus estrellas, a las constelaciones, a planetas vinculados al saber ancestral, hacíamos operaciones de cráneo con la trepanación, momificábamos a muchos de nuestros muertos, teníamos nuestros juegos: lucha canaria, garrote, hablamos con el silbo, montábamos el tagoror (1) donde se reunían nuestros ancianos, fuimos y somos un pueblo consciente y culto a pesar de una conquista sanguinaria por parte de la corona de Castilla que nos condenó a la esclavitud y a la muerte, con cientos de indígenas; hombres, mujeres y niñ@s, vendidos en los mercados de seres humanos de Sevilla y Valencia.

Una nación explotada, colonizada, invadida, con una riqueza cultural única en el mundo, más rica que la de aquellos españoles bárbaros y criminales, que junto a los criollos de nacimiento isleño cometieron desde el golpe del 36 un genocidio sobre miles de inocentes, tan sólo por pensar diferente, éramos capaces a pesar de la prohibición de comunicarnos en una parte reducida de nuestra perseguida lengua, con cientos de palabras conservadas aún hoy en día, aunque después de la conquista les cortaran la lengua a quien la hablara.

Por eso en Teror sintieron mucha pena cuando al obrero valenciano, nacido en Sagunto, que era como un canario más, lo amarraron al parachoque trasero de aquel Ford de la Marquesa de Arucas, arrastrándolo a toda velocidad por la carretera de tierra hasta Valsendero.

Allí su cuerpo llegó rojo de sangre, desnudo, su ropa destrozada, repleto de heridas incurables, todavía estaba vivo y gritaba con una voz casi muerta, mirando a los ojos de los falangistas en una especie de susurro:

-Viva la clase obrera canaria asesinos-

(1) Recinto de forma circular constituido por piedras, donde antiguamente se reunían los indígenas canarios. El término proviene de la lengua bereber y significa “asamblea” o “lugar de reunión (Academia Canaria de la Lengua).

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