6 febrero 2025

El sabor del pan de La Milagrosa con queso y mantequilla

Rosa, mi tía-abuela. La portada de mi último libro "Señales del Alba".

Los/las que habitan mi último libro, «Señales del alba» (2022).

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Mi tía-abuela Rosa García sufrió con 22 años la detención, tortura, humillación y brutal violación grupal, por parte de los falangistas de Tamaraceite tras el golpe fascista del 36. De niño me contaba como si fuera un cuento que Jesucristo fue el primer comunista, que por eso lo mataron como a mi abuelo Pancho, sacaba de un escondite guardado como un tesoro bajo su colchón de paja los libros prohibidos: textos religiosos mezclados con otros de Marx, Lenin, Durruti, poemas de Miguel Hernández y de Lorca, del que me dijo sonriente que le gustaban los hombres y que eso no era malo, que las mujeres podían amar a otras mujeres, que el amor era libre, que ningún cura ni fascista podría parar jamás el cariño verdadero.

Rosa, me abrió los ojos mientras me hacía bocadillos cada sábado de pan de La Milagrosa con queso y mantequilla, el café con la leche caliente de una de sus cabras, las tortillas a la francesa de sus gallinas, todas con nombre y su propia personalidad.

Jamás se casó, me hablaba de un novio que fue desaparecido: -Está en el pozo Tenoya- me decía -Allí lo tiraron el 9 de agosto del 36 porque era anarquista- mostrándome la foto del amor de su vida, de Miguelito, tantos años después, con los ojos llenos de lágrimas.

Un día me dijo que sentía un pitido en sus oídos, meses después en un bullicio en mi casa me enteré que había muerto, no me dejaron ir a su entierro, solo pude quedarme con sus libros, varias libretas amarillentas, donde descubrí algunos poemas de amor escritos a lápiz por ella.

Rosita, como la llamaban en el pueblo está presente su esencia en este nuevo libro. No te imaginas como me hubiera gustado llevárselo a su casa, como se hubiera alegrado de este legado, allí sentada con sus viejas gafas, leyendo en la piedra de la entrada de aquella humilde vivienda para mi repleta de hadas, brujas buenas y seres mágicos, de animalitos que parecían entenderla cuando les hablaba.

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