“¿Quién, que en las Afortunadas, por su fortuna, naciera, viéndolas pobres, diezmadas, de otro pueblo esclavizadas, su libertad no quisiera?”
Secundino Delgado
«(…) El gofio lo sacaba de no sabíamos donde, pero siempre había un lebrillo (1) con aquel manjar preparado con agua y la maravilla culinaria de nuestros amados indígenas. El hambre en la evasión era aparte del frio de la alta montaña lo que más sufríamos, pero Pedro «El Saltador», todavía no sabemos como, desaparecía por unos días y aparecía con comida, con queso duro de cabra, con una botella de ron, con pan de leña, el mismo que preparaban en la vieja panadería de La Pasadilla de Ingenio.
Era el que menos comía en el reparto, para él siempre la cantidad más pequeña, luego se entretenía en su rincón de la cueva echándole sebo de caballo al garrote de salto, se pasaba horas mirando como se iba haciendo más suave:
-Aprendí a saltar en la oscuridad, me dejó llevar por mi instinto- me dijo una noche, podía llegar antes que un coche a Telde o Valsequillo, nadie sabía por donde echaba, por que riscos volaba, porque montaña se elevaba al espacio del cielo oscuro estrellado, entre la niebla de los roques más altos, sembrando libertad con su esperanza en aquellos años tan negros:
-Este tiempo de muerte, donde nuestros compañeros están siendo asesinados, es el mejor momento para demostrar de que lado estamos, que no nos vendimos con una puta filiación a un carné de Falange, como hicieron otros traidores para salvar su triste vida, nosotros seguimos alzados, resistiendo por nuestro pueblo, por nuestra tierra libre de fascismo, por su identidad, porque un día seamos libres de esta lacra europea que destruye nuestra esperanza- le escuchamos decir en su pequeño discurso cuando Lorenzo Cabrera el de Temisas, se murió de tifus. Lo enterramos allí mismo en el barranco que atraviesa Cazadores, un agujero, las piedras secas, la misma técnica de enterramiento de los ancestros, con las palabras de aquel joven desconocido que un día se unió a nosotros y que ninguno conocíamos de antes.
Queríamos organizarnos como guerrilla, llegamos a ser diez camaradas, pero no había forma de conseguir armas, éramos tan pocos, habían matado a tantos que casi no quedaba quienes pudieran seguir enarbolando aquella lucha. Tan solo un par de veces apaleamos a falangistas que recorrían las montañas buscando rojos. Nos daba igual que fueran armados, Pedro organizaba la estrategia, aparecíamos de la nada en la oscuridad como lobos, les dábamos con los palos donde los cogiéramos, los hacíamos correr montaña abajo dando gritos y pidiendo ayuda como putos machangos (2).
Al día siguiente venían los del tricornio como fieras buscando guerrilleros desarmados, invisibles, no sabían donde estábamos, igual metidos en alguna cueva o enterrados bajo algún horno de brea abandonado. Allí aguardábamos la noche para nuestra siguiente acción.
Pedro nos dijo un día que iba a salir de la isla, que se quería unir al Ejercito Rojo. Como vino se fue, nos despedimos aquella noche de agosto del 38, también el resto de compañeros nos preparábamos para intentar salir hacia Venezuela, teníamos todo organizado, pero fue mucho después de que Pedro «El saltador» nos dejara para siempre, nunca volvimos a verlo, si supe en Caracas en 1949 por un amigo italiano, que se había hecho famoso en la resistencia de París, que había colaborado en acciones con la heroica «División Leclerc». Nunca he podido olvidarlo, todavía tengo en la boca el sabor de aquel gofio amasado, la inolvidable magia de las noches clandestinas…»
(1) Vasija de barro más ancha por el borde que por el fondo, que se emplea generalmente para amasar o escaldar el gofio (Academia Canaria de la Lengua).
(2) Persona de poco seso y ridícula (Academia Canaria de la Lengua).
Testimonio de Ramón «El Cherne» Cazorla Martel, pescador y militante comunista del Frente Popular, municipio de Telde, miembro de la Federación Obrera en los años del genocidio.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera el 14 de abril de 1999, en la Estação da Luz, Sao Paulo, Brasil.
Todo lo poco que he leído de Pako me gusta!
Muchas gracias Carmen, es un honor.