«Nuestro ideal no llega a las estrellas: es sereno, sencillo. Quisiéramos hacer miel como abejas, o tener dulce voz o fuerte grito, o fácil caminar sobre las hierbas o senos donde mamen nuestros hijos».
Federico García Lorca
La mañana que recibimos en la casa de mi familia en Tamaraceite la caja con la primera edición de mi libro, “El viento más rebelde” (2019), prologado por mi amigo el inmenso luchador social y poeta canario, Teodoro Santana, fue un día muy especial.
Acababa de fallecer mi padre hacía apenas unos meses y mi madre se encaminaba al último tramo de su vida siempre preocupada por dejarme solo.
El libro alegró el día y la brisa de la memoria que siempre soplaba leve por el patio de los helechos, donde ella se sentaba en la silla de mimbre a ver las flores y los pájaros al frescor de la foresta. Jamás he sentido tanta paz como en ese mágico lugar.
En un pequeño cuartito construí esa publicación con un portátil al que le faltaban letras del teclado, naciendo mis primeros tres hijos literarios, luego vinieron lo dos restantes y el sexto que está en camino formándose en el líquido amniótico de la justicia.
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