«Era un chiquillo que nació muy pequeño y no pudo caminar por el hambre hasta los siete años, allí lo teníamos metido en una cajita de tomates, se pasaba el día leyendo y escuchando mis cuentos, Diego se hizo un hombre entre el dolor y la tristeza».
Rosa García López
Padre, en tu día no dejamos de mandarte nuestro amor, como diría Silvio, tan solo cambiando a Lola por ti. Me da mucha pena que no nacieras en Alemania o que el Reino Unido no hubiera invadido Canarias durante la Segunda Guerra Mundial, tal como se planificó en varias operaciones militares. El objetivo aplastar el colaboracionismo del franquismo con los nazis.
Te me fuiste en mayo de 2018 con tu mente ausente, tan solo recordabas, ante el asombro de los médicos, el asesinato de tu hermano, el bebé Braulio González García, del que fuiste testigo directo, viendo junto a tu madre y hermanos como aquel falangista de Tamaraceite lo sacaba de su cuna la Navidad del 36 y le destrozaba la cabeza contra la pared.
Si no hubiéramos nacido en esta colonia española el abuelo ya estaría exhumado de la fosa común, no hubiéramos sido maltratados y humillados por quienes gobiernan la isla de Gran Canaria. Los políticos hubieran venido a nosotros con respeto a pedirnos que ese vertedero del horror había que abrirlo, sacarlos a todos, identificarlos con la preceptiva prueba de ADN, darles sepultura digna para que tú y otros miles tuvieran un lugar donde llevarles flores.
Pero no fue así, esos personajes siniestros que llevan décadas sin trabajar, haciendo fortunas con el negocio de la política, permitieron que tú y muchos más en todo el estado español se fueran a la tumba tristes y sin que se hiciera justicia.
Sigues conmigo, no olvido cómo jugábamos juntos en mi infancia entre estanques, montañas y bosques, esa dignidad que marcó tu vida, la que me dejaste en herencia.
Padre, ya no estés triste, la primavera volverá, padre, con la palabra libertad.
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