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Prisioneros haciendo el saludo fascista en el campo de concentración de Irún, en Guipúzcoa. Biblioteca Nacional
«En los campos de concentración de Franco no hubo cámara de gas, pero se practicó el exterminio y se explotó a los cautivos como trabajadores esclavos. En España no hubo un genocidio judío o gitano, pero sí hubo un verdadero holocausto ideológico, una solución final contra quienes pensaban de forma diferente».
Carlos Hernández
«(…) -A los maricones arrímalos pacá y ponlos aparte- dijo el capitán Lasso que acababa de llegar en el Correillo de Tenerife al campo de concentración de La Isleta en Las Palmas. Entonces vi a los dos muchachos flacos como tollos y llenos de sangre de arriba abajo, no atinaban a darse la mano cuando los bajaron del camión a culatazos entre las risas de los falangistas, militares y cabos de vara. Supimos días después que eran Salustiano Marichal y Gregorio Piedra, los dos vecinos de Los Realejos y La Laguna, uno director de teatro y escritor, el otro profesor de inglés en un colegio de curas de Santa Cruz. Según parece los sacaron de la isla porque la familia del primero estaba moviendo cielo y tierra pa que los liberaran, incluso su madre se había entrevistado con el general Dolla en Capitanía General, quedando todo en falsas promesas, hasta que los metieron en el barco y no volvieron más a sus casas. Eran apenas dos chiquillos de veinticinco y veintiocho años, lo supimos porque convivimos con ellos aquella noche de septiembre del 36, los metieron en nuestro barracón, que eran una chabolas rodeadas de alambradas cortantes, los atendimos como pudimos, Pedro Rodríguez que era médico en Telde, les limpió las heridas y les cogió unos puntos en la cabeza al más joven, poco más pudo hacer, estaban casi muertos. Por la mañana cuando todavía no eran las seis los sacaron a la fuerza arrastrándolos, les daban patadas y golpes por todo el cuerpo, se reían de que fueran homosexuales, les daban con varillas en muslos y piernas que ya las tenían llenas de cicatrices, luego a Salustiano le metieron una pistola en el culo y le dispararon, Felipe se volvió loco cuando lo vio muerto, los gritos se oían en todo el campo hasta que lo ejecutaron clavándole una bayoneta en un ojo…»
Testimonio de Eduardo González Marrero, preso político en los campos de concentración de La Isleta y Gando de Gran Canaria entre los años 1936-1942.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 24 de febrero de 1998, en Arrecife de Lanzarote.
Nunca supimos como nuestros ciudadanos morían de forma muy cruel , el racismo se hizo grande porque más malos no pudieron ser, eran los hijos del demonios una manada de asesino , locos y sin vergüenzas .
Se creyeron que tenía el poder de decidir quién moría ò viviría .
Yo leo estas cosas y solo voy en busca del castigo De Dios porque los humanos no somos nadie y no sabemos hasta dónde puede llegar el enemigo núm. 1, del hombre. Porque es el propio hombre, son peores que todas las bestias juntas.
Si esperamos a que Dios haga algo, nunca llegaremos a nada, pues si no me confundo es el mismo Dios de los asesinos , al que decían venerar.
La justicia necesita de que haya una justicia sobre su silencio cómplice durante tantos años. Además la justicia es la que siempre han empleado los asesinos para justificarse.
Ni olvido, ni perdón, por mucho que Dios les haya asistido siempre.