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Imagen: Mujeres detenidas por los militares fascistas chilenos (1973).
«(…) A Luisa se la llevaron al estadio desde que la sacaron de su casa en el sur de Santiago, antes detuvieron a Carlos, su marido, en la universidad. Nos enteramos al día siguiente y no pudimos hacer nada más que esperar, mi hermana estaba embarazada de cinco meses, por eso tengo grabado en mi mente todo lo que supimos más tarde, eso de las ratas en las vaginas de las mujeres en estado, tal vez por eso fue mejor no verla más, que la desaparecieran para siempre, que acabará en algún lugar indefinido, siniestro, quizá entre las olas del mar. Siempre tengo presente mi recuerdo de pequeñitas en la playa de Las Canteras en Las Palmas, como le gustaba bañarse. Mi madre tenía que hacer mucho esfuerzo para que saliéramos del agua cuando llegaba la hora de partir. Después de su muerte ya nada nos mantenía en Chile, por eso volvimos a España, dos exilios en uno. Primero acabó el fascismo con mi padre arrojado a la Sima de Jinámar, años más tarde con mi hermana asesinada por el ejército chileno. Me indigna cuando me hablan de que es mejor no odiar, yo siempre les respondo que el odio es lo que me queda de dignidad en mis entrañas, que jamás olvidaré ni les perdonaré…»
Fragmento del testimonio de Rosita García Mesa, nacida en Gran Canaria, exiliada en Chile junto a su familia desde los cuatro años. Entrevista realizada en mayo de 2003 en Tafira Baja (Gran Canaria).
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