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Imagen: Alpendre Cortijo de Samsó, en la Meseta del Pinar de Tamadaba (FEDAC).
«(…) Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya…» Rafael Alberti (A galopar)
«A la altura de El Hornillo Pedro Dámaso se arrodilló en el sendero de Tamadaba hasta Agaete, no podía aguantar más los latigazos y los golpes con las culatas de los fusiles. Desde el suelo empedrado dijo: -Cojones mátenme de una puta vez, no estoy dispuesto a seguir aguantando tanta leña hijos de puta- Los falangistas al servicio del criminal fascista y oficial de la Guardia Civil del municipio de Guía, Olegario Rodríguez, se quedaron paralizados. Nunca habían visto algo así, que un detenido se plantara de aquella forma. Dámaso era pintor poeta, intelectual, comprometido en la causa de la libertad, los que le pegaban y lo conducían a la muerte eran todos analfabetos, servían a los amos, a los dueños de la isla, de los cultivos, de la agricultura donde explotaban a miles de jornaleros trabajando de sol a sol, con unas condiciones laborales que rozaban la esclavitud. Por eso Dámaso se plantó y los demás detenidos lo vimos y era un universo allí sentado, parecía intocable con la cabeza abierta en la coronilla, la ropa blanca tan llena de sangre que era roja. Los demás sonreíamos aunque supiéramos que íbamos directos al abismo, la valentía de aquel hombre que no disimulaba para exaltar y confesar su homosexualidad, nos dio ánimos en aquel sendero del terror. Uno de los falangistas, Antonio Calcines, muy conocido por ser ayudante del cura de Agaete en las misas se le acercó. Los ojos de Dámaso eran también rojos de sangre, pero en su boca se dibujaba una sonrisa del que sabe que no tiene nada que perder. El fascista le puso la pistola en la frente y le dijo: -O te levantas o te abro la cabeza de un disparo- Pedro siguió riendo, esta vez a carcajadas, que sonaban como un eco en el Barranco de San Pedro: -Pero coño si eso es lo que quiero jodío, dispara ya, déjame aquí que me coman las aguilillas y los guirres animal- Pero los fascistas no sabían que hacer porque todavía no querían matar sino hacer sufrir. Por eso Dámaso murió victorioso cuando Calcine apretó el gatillo, muerto parecía seguir sonriendo y los falangistas se sentían derrotados, no habían podido vencer la dignidad de aquel hombre. Luego la fila de compañeros amarrados con las manos a la espalda seguimos andando hacia un destino desconocido, de alguna forma satisfechos del martirio heroico de Pedro, sabíamos que hicieran lo que hicieran con nosotros, la hora de su derrota estaba sonando…»
Testimonio de Miguel Padrón Vega, vecino del municipio de Gáldar, preso político entre 1937-1944 en los años oscuros del genocidio.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 29 de agosto de 2001, en el Balneario «Los Berrazales», Valle de Agaete, Gran Canaria.
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