«En una caja de tomates teníamos a Dieguito porque con cinco años no podía caminar por la miseria, desde allí sonreía y jugaba con sus hermanitos, siempre con los ojos brillantes…»
Rosa García López
Como olían los eucaliptos cuando nos adentrábamos de madrugada con los perros en los primeros barrancos de la carretera de Teror desde Tamaraceite, el frescor de la tierra mojada y la fragancia de las tabaibas y los cardones antes de destruirlos por miles los de Lopesan en lo que luego llamaron “Ciudad del campo”. De risa Diego, papá, que arrasaran por todo aquel paraíso natural, uno de los muchos que recorrimos juntos desde mi más tierna infancia. Veíamos amanecer detrás de Fuerteventura desde aquellas montañas mágicas. Esos días no me hablaba de todo lo que sufrió mi familia tras los asesinatos y la persecución. Se fue tranquilito con la memoria destrozada, sin justicia y reparación en octubre de 2018 ¿Sigo sin entender que extraña energía me hace continuar en esta lucha?
Más historias
Lola en su laberinto
Silencio de padre
Recortada