«(…) Tu madre tuvo que cuidar a los cuatro hermanos pequeños cuando a tu abuelo Juan lo encarcelaron los fascistas, ella casi no pudo ir a la escuela, porque tu abuela tenía que ir a pedir limosna a Las Palmas, ya que por ser la esposa de un comunista nadie le daba trabajo.
Era terrible ver como los chiquillos no tenían nada que comer y las barrigas se les inflaban por el hambre. En el campo de concentración de Gando tu abuelo vio como se llevaban a mi padre tu otro abuelo la madrugada del 29 de marzo del 37 para fusilarlo junto al alcalde de San Lorenzo Juan Santana y el resto de los camaradas del Frente Popular.
Toda esa miseria fue por culpa de quienes dieron el golpe de estado contra la democracia, fue culpa de los terratenientes, de los curas, de todos aquellos fascistas que llenaron Canarias de fosas comunes, de pozos, simas y agujeros volcánicos con miles de cadáveres, de hombres que solo querían un mundo mejor para todos, personas que no habían hecho ningún mal a nadie, que solo defendían la legalidad que aquellos criminales vinieron a violar con sus falangistas, sus requetés, sus militares, sus brigadas del amanecer, sus torturas, sus misas, sus camiones repletos de hombres destrozados hacia un destino desconocido para ser desaparecidos.
Mientras tanto tu madre Lola seguía cuidando a los chiquillos, se hizo costurera en la casa de Lolita Jaimez, aquella mujer de Tamaraceite que se negó a coserle la ropa y las banderas azules con el yugo y las flechas a los falangistas.
Tu madre nunca dejó de cuidar, de ayudar, años más tarde a tus abuelos hasta su muerte, sin tiempo siquiera para disfrutar de la vida. Por eso los dos no podemos olvidar tanto daño que hicieron esos asesinos a nuestro pueblo, aunque nos callemos no podemos olvidar, tampoco perdonar a quienes mataron a nuestros familiares, a nuestros vecinos, a los padres de nuestros amigos de la infancia…».
Terrible historia, real, de ayer, pero viva en el recuerdo de los pobres niños, de las mujeres, de los hombres, inocentes siempre. Que no se olvide para que jamás se repita.