«A mi hermano, el más chico, en la cuna lo cogieron lo tiraron pallá y lo hicieron polvo, entonces se murió, vino un médico que mandó a buscar mi madre, pero dijo que no había solución porque estaba todo destrozado.»
Diego González García – Testimonio en el documental «La memoria interior, los fusilados de San Lorenzo», de Carlos Reyes Lima.
«(…) Entraron como fieras rabiosas después de matar con la pistola al perrito que teníamos en la puerta, tu abuela Lola y yo les hicimos frente un momento, pero nos empujaron y nos tiraron al suelo, yo me di en la frente contra la mesita de noche y se me abrió una enorme brecha en la cabeza, recuerdo como la sangre me corría por el ojo derecho y no me dejaba ver bien, solo vi como los falangistas le pegaban patadas a tu abuela en el suelo llamándola ¡Puta roja de mierda! preguntándole que donde estaba tú abuelo Pancho, ella no se quejaba, parecía una muerta con los ojos abiertos en medio de aquellos criminales vestidos de azul. Entonces pasó lo de Braulio, el chiquillo no paraba de llorar en su cuna colgada del techo pa evitar que lo mordieran las ratas, mientras registraban la habitación y rajaban los colchones con los cuchillos buscando propaganda comunista, uno de los hombres tropezó con la cunita, entonces envenenado sacó al bebé de la cuna agarrado por las piernas y lo lanzó contra la pared de picón, yo al momento vi que le habían destrozado la cabecita, enseguida dejó de llorar porque estaba sin conocimiento, tu abuela se volvió loca, yo no sé como se pudo levantar y coger por el pescuezo al asesino, todos se quedaron paralizados.
Tu padre Diego y sus hermanos Paco y Lorenzo parecía muñecos mirando lo que estaban haciendo con los ojos muy abiertos, todos dejaron de llorar, hasta nosotras que fuimos a por aquellos hijos de puta, que nos redujeron y nos amarraron las manos y las piernas con la soga de pitera. El chiquillo no duró ni una noche, dormimos con él cogido en nuestros brazos tratando de darle calor, soplando en su naricita de cuatro meses pa ver si se despertaba, pero yo creo que estaba muerto mucho antes de lo que nosotras pensábamos. Al día siguiente vino don Pedro Naranjo, el cura de Tamaraceite, pero no pa rezar, sino pa amenazarnos que no lo lleváramos a la iglesia, que aquello había que taparlo porque si no los falanges vendrían también a por nosotras, por tu padre, tus tíos y tu abuela. Lo único que pudimos hacer fue llevarlo a media mañana caminando hasta el cementerio de San Lorenzo, nosotras solas con Lorenzo cogido que nada más tenía cuatro años y Braulito metido en una caja de tomates tapada con una mantita. Fue el día más triste de mi vida, vernos allí tan solas las dos con los pobres chiquillos desalados de miedo, ver que nadie nos hablaba, que por donde pasábamos todo el mundo nos cerraba las puertas y ventanas. Solo Santiago «El sepulturero» nos ayudó un poco con el entierro en una pequeña fosa de medio metro, donde también al lado había otros bebés que habían muerto esos días por tifus. Ni un Padrenuestro se le rezó, allí solo había silencio y los llantos y alaridos de tu abuela que jamás se recuperó de aquel golpe tan terrible. El mismo día siguiente tu abuelo Pancho se entregó a la Guardia Civil en el Ayuntamiento de San Lorenzo en Tamaraceite, más abajo de la casa de la Carretera General donde se cometió el crimen, a los pocos meses lo fusilaron en La Isleta, desde ese día todo fueron tapaderas, amenazas a Lola y a mi pa que no dijéramos nada del asesinato del chiqillo, vino hasta uno de Propaganda de Falange en un coche negro y nos hizo preguntas pa ellos redactar un informe donde decían que el niño había fallecido de muerte natural aquella misma noche, todo ha sido un manto de olvido, ni siquiera ya en democracia a finales de los 70 pudimos averiguar si seguía enterrado en el mismo sitio que nosotras lo dejamos, ellos sabían que lo que habían hecho era una barbaridad y tenían miedo de que les pudiera pasar algo cuando la dictadura cayera, pero nunca cayó, todavía sigue viva en esto que llaman democracia, donde pusieron a un rey heredero de los asesinos…»
Testimonio de mi tía-abuela Rosa García López, testiga directa del asesinato del bebé Braulio en Tamaraceite (Gran Canaria) a finales de 1936.
Entrevista realizada el 6 de mayo de 1979 en su casa de El Puente, Casco viejo del pueblo de Tamaraceite.
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