“Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar».
Marcelino Camacho
El viejo coche de los secretas entró a toda velocidad en los talleres de los Betancores de La Minilla, era un Ford T 1930 negro, que todos sabían que era propiedad de un sobrino de la Marquesa de Arucas, los trabajadores formaron un pasillo sabiendo que a nada bueno venían, en eso vieron como se paraban junto a Santiago Trujillo, antiguo sindicalista de la Federación Obrera, que había estado preso más de quince años, primero en los campos de concentración de La Isleta y Gando, para luego ser trasladado al Penal del Puerto de Santa María, donde estuvo el resto de la condena.
Los nazis lo pusieron de muy mala manera contra el capó, colocándole unas esposas con las manos a la espalda, los compañeros empezaron a dar golpes con sus herramientas contra las máquinas, formándose un gran estruendo, casi no se podía hablar por el inmenso ruido, los sicarios sacaron las pistolas y apuntaron hacia los trabajadores, don Ezequiel Betancor, trató de parar el escándalo con los brazos en alto diciendo una especie de arenga ininteligible, pero enseguida comenzaron los abucheos al viejo cacique, todos sabían que era el denunciante de Trujillo:
-¡Chivato hijo de puta, fascista!- comenzaron a gritar los obreros.
Cuando el vehículo salía fue rodeado de inmediato por los hombres, golpeando techo y cristales, abollando la dura chapa del auto americano, los miembros del somatén atemorizados abrieron la puerta y le quitaron las esposas a Trujillo dejándolo libre, Betancor se subió atemorizado en los asientos de atrás, saliendo a toda velocidad hacia Guanarteme.
El pobre Santi, se quedó rodeado por cientos de compañeros entre abrazos y vítores, lloraba de emoción ante aquella avalancha solidaria, mientras le daban otra ropa y le ayudaban a vestirse, poniéndole una gabardina y sombrero, saliendo en menos de quince minutos hacia un destino desconocido en una moto alemana con sidecar, media hora más tarde en la comisaría de la Plaza de La Feria ya estaban preparadas más de treinta furgonetas repletas de esbirros antidisturbios.
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