«Listas había por cada rincón de Canarias, en cada pueblo, en cada barrio, incluso en los lugares más perdidos y alejados, la idea era asesinar a cuantos más republicanos mejor en el menos tiempo posible»
Carlos Ascanio Ramírez
Don Ramón Bermúdez, tenía fama de mujeriego en todo el barrio de San José, las malas lenguas hablaban de que era padre de varios hijos con feligresas, chiquillos que luego mandaba fuera de la isla, posiblemente vendidos, siempre llevaba la sotana sucia por su poca higiene, manchas de caldo pescado, de mojo picón, de la grasa de la abundante carne que comía en las mesas de los ricos.
La noche de diciembre de 1935, casi en Navidad, tuvo lugar la reunión en el salón parroquial de la catedral de Las Palmas, allí estaba la flor y nata de Falange, el objetivo del encuentro era ir elaborando las listas negras de las personas que iban a matar si triunfaba el inminente golpe de estado. Don Ramón mandó comprar cerveza y un par de botellas de ron, junto con una caja de sardinas saladas que todos devoraron entre risas:
-Es un cura coñón este Moncho- dijo Juan Pintona, el conocido arbitro de fútbol, posteriormente torturador y responsable de cientos de asesinatos desde la noche del sábado 18 de julio de 1936.
Todos rieron a carcajadas y el párroco comenzó a dar nombres y apellidos:
-Voy con ventaja, sus mujeres me lo cuentan todo en confesión- comentó con su voz ronca.
-¿Eso no dicen que está prohibido en la Iglesia Padre, la revelación de secretos del Santo Sacramento?- dijo Antonio Barber, el conocido empresario de la calle Triana:
-No te preocupes camarada nuestra Santa Cruzada permite eso y más, nuestro alzamiento será por la santa misericordia de nuestro señor Jesucristo, para acabar con las hordas comunistas y masonas- se reafirmó el cura levantando la copa de ron en un brindis por la unidad de España.
Esa noche clasificaron en varias listas a más de 500 hombres todos de Las Palmas y sus barrios, 67 mujeres también vecinas del municipio capitalino, los papeles se los llevó como un importante legado el encargado de la industria tabaquera de Eufemiano Fuentes en La Favorita, un tal Rosales, escribiente y vecino de Arucas, luego solo hubo que esperar unos meses para desglosar, aligerar cada nombre del macabro listado, comenzaba el holocausto.
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