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Fotografía de la exposición sobre los esclavos del franquismo de Etxetxo Elkartea, realizada con la colaboración del Ayuntamiento de Lezo.
Era normal que a los chiquillos los hicieran trabajar más que al resto de compañeros, eran esclavos, eran presos que el amo se encargó de conseguir pa aliviar el trabajo en Tirma y Samsó, los pobres ni hablaban, estaban muertos de miedo, no aguantaban ya tanta leña, tanta hambre, tanta explotación.
Miguel Vega del Rosario
«(…) El militar fascista Samsó, no tenía compasión con nadie, no en vano siempre había utilizado niños como esclavos en sus inmensas haciendas, por eso fue de los primeros junto al Conde, la Marquesa y los Betancores en pedir trabajadores esclavos a los jefes de Falange de la isla, sacaron de los campos de concentración a la gente más joven, menos tocada por la tortura, las enfermedades y el hambre, para someterlos a jornadas de trabajo de sol a sol sin cobrar un céntimo, los alojaban en inmundas chabolas con el techo roto, en alpendres sin abrigo, sin mantas, solo un suelo raso, lleno de barro o de mierda de los animales, siempre bajo estricta vigilancia armada de guardias civiles y de asalto. Yo veía que los muchachos se iban envejeciendo en pocos meses, chiquillos de veinte a veinticinco años, hasta hacía poco fuertes como robles, que parecían viejos de ochenta años, encorvados, con los ojos amarillos por el hambre, sometidos a maltrato y tortura constante. Los falangistas encargados de las fincas del cacique norteño no dejaban de pegarles, algunos morían con el sacho en las manos, entonces los enterraban en los alrededores de Tamadaba, allí hay muchos de estos presos convertidos en hueso entre esos bosques tan bellos, cavaban una fosa de no más de un metro, lo tenían que hacer sus propios compañeros en invierno con las manos heladas, sin abrigo, descalzos, con los pies llenos de sabañones. Allí depositaban aquellos cuerpos inertes, consumidos, flacos, solo piel y hueso, para que nadie más los encontrara, de hecho hasta ahora nadie se ha preocupado de ellos y son cientos, ninguna institución de la isla de Gran Canaria, ni Cabildo, ni ayuntamientos han hecho nada y mira que lo saben bien. Son cómplices todos, el pacto de silencio viene de viejo y sigue en esto que llaman «democracia», la clave es que no se conozcan los crímenes de los dueños de la isla, tampoco de sus herederos, esos que ahora disfrutan de las fortunas construidas desde el crimen y la esclavitud…»
Testimonio de Vicente Dámaso Quintana, escribiente y jornalero en el norte de Gran Canaria, entre los años 1922-1941.
Muchas gracias por los articulos y las crónicas, los salvajes facistas de canarias. Una pagina excelente, gracias y felicidades.
Muchas gracias a usted Russo. Un fuerte abrazo!!
Sin palabras. Gracias desde Euskadi.
Muchas gracias Ramón, es un deber histórico. Abrazos desde Canarias!!!