![](https://viajandoentrelatormenta.com/wp-content/uploads/2021/08/milicianos.jpg)
El éxodo de los derrotados. / DMAX
«Desde la madrugada se oían los tiros de los fusilamientos en el campo de tiro, La Isleta se despertaba desalada porque sabíamos que cada disparo era un muerto más, hombres del pueblo que no habían cometido ningún delito, acribillados por el odio falangista».
Ramón Cabrera González
El brigada Cazorla, de servicio ese lunes de marzo del 37, un hombre alto de bigote poblado y una vara de cuero en la mano, dio la orden de sacar a los cinco reos para el fusilamiento.
Eran seres ya sin vida, caminando juntos hacia la muerte, dos jóvenes de Telde, casi niños, ambos con boina y las camisas manchadas de la savia de las plataneras, los otros tres eran más mayores, dos iban llorando agarrados el uno del otro:
-No le den ese gusto a estos hijos de puta, que no nos vean derrotados, aguanten camaradas, todo el mundo tiene que morir algún día, hagámoslo con dignidad- Dijo Pedro Nuez, el quinto condenado a muerte.
Los cinco fueron colocados ante el pelotón entre militares y una turba de falangistas que olían a ron aldeano, daba la impresión de que tenían prisa, se sabía que ese día más de cien hombres serían ejecutados, ellos eran los primeros a las cuatro de la tarde, luego, uno tras otro, en grupos de cinco, alimentarían con su sangre el suelo volcánico del campo de tiro de La Isleta.
Más historias
Lola en su laberinto
Silencio de padre
Recortada