6 febrero 2025

Matías, héroe del pueblo

Matías en la prisión militar del Castillo de San Francisco, Las Palmas GC, dos horas antes de ser fusilado en el campo de tiro de La Isleta (Foto tratada y coloreada por el fotógrafo madrileño, Jesus Martinez Dominguez

“Próximo a ser asesinado quiero saludar al pueblo canario, a los trabajadores españoles y del mundo entero. No me pesa morir como, cuando y por quien muero. Sólo siento la gran satisfacción de haber cumplido hasta el fin con mi deber de hombre consciente, de combatiente de la Internacional Comunista, de hijo honrado del pueblo español. Muero satisfecho. Nuestro es el triunfo. Que tiemblen mis verdugos, que tiemblen los traidores. Que tiemblen los que han obligado a mi pueblo a comer tunera. La hora de su derrota ha sonado…”

Matías López Morales

Matías López Morales, mantuvo la entereza hasta el último momento de su brutal fusilamiento, el majorero (1) asentado en el barrio de Guanarteme, municipio de San Lorenzo, Gran Canaria, era artista plástico, ajedrecista, escritor, formador de cuadros en marxismo leninismo con tan solo 24 años en el instante de su asesinato.

El joven valiente estaba en el mismo grupo de sentenciados que mi abuelo Francisco González Santana, junto al alcalde comunista, Juan Santana Vega, el secretario municipal, Antonio Ramírez Graña, el inspector jefe de la policía local, Manuel Hernández Toledo, todos hombres de bien miembros del Frente Popular, defensores de la democracia y la libertad.

Afortunadamente tiene dos calles a su nombre, una en Fuerteventura, la tierra que lo vio nacer y otra en el actual Distrito de Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya, además del monumento en el Parque de La Mayordomía del artista Tino Torón a los cinco fusilados y a los 14 claveles rojos, hombres desaparecidos por los nazis de Falange Española en los días posteriores al golpe de estado del 36 contra la legítima República en esta zona tan castigada por el genocidio.

Con tan corta edad, casi un niño, no agachó la cabeza en ningún momento aquel fatídico y triste lunes 29 de marzo de 1937, cuando las balas asesinas atravesaron su pecho, en la foto se le ve con su inseparable tablero de ajedrez, jugó varias partidas con los soldados que lo custodiaban poco antes de llevarlo al paredón, ya que en esos meses hacía el servicio militar, manteniéndose heroicamente fiel a sus principios, tratando de ayudar a sus camaradas también condenados a muerte, animándoles y rogándoles que no lloraran para no darles el gusto a esos criminales sediciosos.

¡Viva la clase obrera! ¡No Pasarán! gritó en el último segundo.

«Muero satisfecho. Nuestro es el triunfo. Que tiemblen mis verdugos, que tiemblen los traidores. Que tiemblen los que han obligado a mi pueblo a comer tunera». Dejó escrito en su extensa carta de despedida tras despedir al cura que vino a confesarlo y negarse al Santo Sacramento, acusando al sacerdote de venir allí con el objetivo de «apadrinar el crimen».

Su recuerdo me viene imborrable por los relatos de una viuda destrozada de por vida: mi abuela, Lola García, que me contaba la gran amistad que tenía con mi abuelo, las comidas que organizaban en la casa de Tamaraceite más de una vez, los encuentros culturales en la Casa Consistorial en la misma calle donde vivió siempre mi familia, como siempre llevaba libros bajo el brazo, tratados económicos, poesía de Lorca, de Machado, de Hernández, de Neruda, fiel admirador de León Tolstóy y Vladímir Mayakovski, entre otros, de los movimientos revolucionarios en la Rusia Soviética, en cualquier lugar del mundo donde la clase trabajadora se alzara contra la injusticia.

(1) Persona originaria o habitante de la isla Fuerteventura, en las Islas Canarias.

About The Author