«(…) Es primero de enero. La revolución cubana rompe aguas. De aquí en más la isla será una cuna. Se trata, cómo no, de un parto complicado. Sin embargo, la guerrilla es una nodriza feroz cuando se trata de defender el sueño de la recién nacida (y nada sueña más que una revolución). Los vagidos despiertan a algunos. Otros en cambio, ya no podrán dormir tranquilos…»
Gustavo Ramírez
Daba igual morir de pie sin saberlo entre el laberinto de los barrios pobres donde much@s crecimos, si aquel uno de enero salíamos a las calles orgullos@s de un año más de revolución y estrellas rojas, tenues, rebeldes, como aquella Sierra Maestra que se pegaba a la piel como un tatuaje eterno, el de las metralletas destrozando un convoy de fascistas, mujeres y hombres montando una escuela, un humilde hospital en la selva profunda, alfabetizando entre bohíos, la ternura del harapiento Comandante de aquella gente empobrecida, prostíbulo de los gringos, tierra de miseria colonial, de espadas españolas regando de sangre las calles empedradas, los poemas insurgentes de un tal José Martí.
Por eso cada comienzo de año a pesar de tantos detractores, de los más que posibles errores, de que no fuera lo que tal vez se esperara, me acuerdo de aquella revolución, cuando en Santa Clara las ventanas nocturnas se abrieron al paso del guerrillero heroico, esperanza del mundo empobrecido, luz de amor, justicia y reparación.¡Venga la esperanza!
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