6 febrero 2025

A la izquierda con gafas mi tía-abuela, Rosa García López y recopilación de fotos de mujeres gallegas represaliadas, arriba a la derecha, Juana Otero, maestra de Vilagarcía, rapada. Imaxe: cedia por 'A memoria das mulleres' y publicada en La Voz de la República en agosto de 2018.

«Ellos nos pegaban y se reían de nosotras porque éramos mujeres republicanas, nos obligaron a tragar aceite de ricino a la fuerza, nos raparon todo el pelo entre golpes y burlas».

Antoñita Cedrés Trujillo

«(…) A titi Rosa la detuvieron el mismo domingo 19 de julio del 36 junto a otras mujeres de Tamaraceite que salieron manifestándose a la calle, ella llevaba un vestido rojo con un bordado de la UHP en el pecho, daban vivas a la República y contra el golpe de estado. Les cayeron encima como fieras y se las llevaron al cuartelillo que ya estaba tomado por los falangistas, Rosa se resistió y le pegaron en plena calle con unas porras de madera, luego le amarraron las manos a la espalda con soga de pitera. Yo fui a la puerta del Ayuntamiento a ver que pasaba con ella, igual que otras familiares de las mujeres detenidas, en la puerta había dos Guardias Civiles con el fusil apuntando hacia nosotras que nos decían que no nos acercáramos o disparaban, yo iba con Braulio en los brazos que tenía cuatro meses, no entendí como podían actuar de esa manera con mujeres que solo queríamos saber de nuestras hijas y hermanas. Al rato se formó un rebumbio que daba miedo, se oyeron gritos dentro, insultos, golpes, chillidos, alaridos de dolor y vimos como las sacaban con la cabeza rapada al cero y los vestidos rotos, Rosa casi desnuda entre las risas de los falangistas que le tocaban el pecho y el culo, las demás mujeres también con heridas en la cara y la cabeza, todas llevaban un cartel colgado en la espalda que decía ¡Putas rojas! Entonces nos disolvieron a las familias, uno de los guardias me pegó una bofetada y casi me caigo al suelo con el niño, luego las pasearon por la Carretera General arriba y abajo durante toda la tarde, los falanges las iban custodiando y todo era una burla pa reírse de ellas, parecía una procesión pero de mujeres desarrapadas, vomitando por el aceite de ricino que les obligaron a tomar, llorando, con la cabeza gacha, humilladas por aquellos animales vestidos de azul…»

Fragmento del testimonio de mi abuela paterna, Dolores García López.

Conversación mantenida en julio de 1973.

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