«Mientras estaba de pie en el pasillo [castigado sin poder dormir] el cura vino y empezó a decirme, con una voz sospechosamente dulce, que no lo tenía que hacer más, y al mismo tiempo me iba acariciando. Se metía la mano en la sotana, acariciándose las partes, y con la otra me tocaba, y mientras me decía que no tenía que decir nada. (…) Al día siguiente, este mismo señor, me acordaré toda la vida, a las ocho de la mañana estaba dando misa».
Joan Sisa
«(…) En Semana Santa se volvían locos, para los curas era como los carnavales de ahora, pero con los menores del internado de huérfanos de la Casa del Niño, esas noches llegaban borrachos como cubas de los bares de San José después de las procesiones y los cultos en la catedral de Santa Ana y las calles de Vegueta, oíamos los coches aparcando en la explanada junto a la ermita, sabíamos que venían a meterse en nuestras camas. Parecían sombras por los pasillos entre bromas y aves Marías Purísimas, el objetivo éramos los chiquillos que ya a esa hora dormíamos, después de los rezos de rodillas ante los camastros con las monjas. Las hermanas no se inmutaban ante lo que hacían aquellos cerdos abusadores, se quedaban en sus habitaciones y dejaban hacer a los curas que iban eligiendo a los niños que se iban a follar esa noche. Mi hermano Antonio y yo los sufrimos varias veces, a mi me jodía mucho porque veníamos del asesinato de nuestro padre, de un drama familiar del que nunca salimos, mi pobre hermano no pasaba de diez años y ya sabía lo que era el sexo con aquellos demonios con sotana. Esas noches eran infiernos para nosotros, muy pocos nos librábamos de sus abusos sexuales, una madrugada tuvieron que correr a la Casa de Socorro con Daniel González, un compañero de siete años de Telde al que uno de los curas le produjo una hemorragia que no se le cortaba con nada. Era terrible todo aquello, las secuelas todavía con la edad que tengo las sigo teniendo, no duermo bien por las noches, sigo soñando con ellos, con el olor asqueroso de sus bocas, aquel sudor de borrachos con Rosario al cuello, sus tocamientos, sus golpes y palizas si te negabas a hacerlo…»
Testimonio de Manuel Godoy Robaina, hijo de asesinado por el franquismo del municipio de Agaete, internado junto a su hermano en la Casa del Niño durante los años del genocidio.
Fragmento de la entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 25 de marzo de 2004, en la Universidad Popular de La Isleta, Las Palmas GC.
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