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Página del poema La Maleta ilustrado, Lezcano-Cardona (1984)
«(…) Le debo una canción al oportuno
Al oportuno mutilador de cuanta ala
Le debo una canción de tono oscuro
Que lo encadene a vagar su eterna madrugada…»
Silvio Rodríguez Domínguez
Lo mejor de nuestro pueblo fue asesinado tras el golpe del 36, de repente empezó a faltar gente en los barrios y pueblos, seres habituales en las taifas, en las tiendas de aceite y vinagre donde nos embriagábamos con ron de caña, en las luchadas, en los partidos de fútbol de los campos de tierra, paisanos que eran parte de nuestro entorno vital, personas que defendían derechos y razones, que no temían a los sicarios de los terratenientes, aquellos que nos pegaban con barras de hierro en las huelgas aparceras, plataneras, tabaqueras antes del 36, sin que la policía hiciera nada, venían como fieras rabiosas y golpeaban a huelguistas o a quien pasara por allí en ese instante.
Más tarde nos encontramos en los paredones de fusilamiento, en la fila para ser arrojados de espaldas a las simas y pozos tras el tiro en la nuca, nos mirábamos y nuestras caras eran familiares a pesar del instante terrible, partimos al exilio huyendo del laberinto insular, barcos sucios y clandestinos nos esperaban en las madrugadas lluviosas de los tricornios armados en cada esquina, salíamos al mar y desde más allá del horizonte seguíamos viendo las siluetas perdidas de una isla tatuada en un rincón remoto de nuestras conciencias, pensábamos en quienes se habían quedado destrozados en el fondo de aquellos abismos, en las fosas comunes acribillados con el barro incrustado en sus huesos. Nos encontramos en los bares del exilio desconcertados, cabizbajos, tristes, con un territorio de ternura difuminado en nuestros corazones.
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