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«Honrar la memoria de la gente anónima es una tarea más ardua que honrar la de las personas célebres.
La idea de construcción histórica se consagra a esta memoria de los que no tienen nombre».
Walter Benjamín
No suele ser el caso en las visitas “culturales” al cementerio de Las Palmas en Vegueta, que se nombre en sus rutas guiadas la fosa común, que se explique con detalle que allí siguen más de sesenta hombres de bien olvidados por Cabildo de Gran Canaria y Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, fusilados en Consejos de Guerra ilegales y acribillados a balazos por el pelotón.
Allí están entre barro y escombros: médicos, abogados, maestros, jornaleros, alcaldes, concejales, funcionarios, periodistas, sindicalistas, militares demócratas, más de sesenta, todos amontonados como si fueran basura, sin ni siquiera un monumento o muro de la memoria, con las puertas cerradas por encubridores del genocidio a una posible excavación que termine en exhumación, identificación, entrega a sus familias y sepultura digna.
Nada de eso está previsto ni lo recoge ningún partido político en su programa electoral.
Mientras empresas como la del cartel adjunto montan visitas cobrando para mostrar los panteones de muchos de los criminales fascistas ubicados a pocos metros de ese estercolero del horror y la sangre, las excelencias de su declaración como Bien de Interés Cultural, donde también desde la institución insular se omite su existencia y homenaje a quienes fueron masacrados por defender la democracia y la libertad.
Infinita tristeza por todos, por mi abuelo Francisco González Santana que también continúa en ella.
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