
Imagen: Colgamiento. Hombre, detenido en septiembre de 1973. Foto de su reclusión en la Comisaría de Carabineros de los Andes, V Región (Chile).
«(…) Canto, que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.
De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las metas de este canto…» Víctor Jara (Estadio Chile)
«(…) Lo primero que vimos cuando nos bajaron al sótano de la comisaría de Falange, fue a cinco hombres colgados por los ojos con ganchos de hierro. El terror fue tan grande que algunos de los compañeros se mearon encima, entre las burlas de aquellos que se encargaban de gestionar el centro de exterminio de la calle Luis Antúnez de Las Palmas. Vimos caras conocidas, no solo la del tabaquero Eufemiano Fuentes que parecía ser el capo de todo aquello, estaba también el conocido arbitro al que llamaban «Juan Pintona», el guardia civil Olegario Rodríguez de Gáldar y otros entregados a la tarea de la tortura salvaje. Allí nos esperaban con sus cuchillas de afeitar en las manos dispuestos a descuartizarnos. De frente me encontré entre golpes, patadas, latigazos y escupitajos con mi amigo Antonio Febles Padrón que se quedó muy sorprendido al verme: -¿Qué coño haces aquí Pacuco?- me dijo, yo no podía articular palabra, solo me salían las lagrimas al ver aquel horror. Toni iba vestido de Falange pero el uniforme aunque fuera azul estaba rojo por la sangre y los restos de las vísceras de los prisioneros. Me cogió por el brazo y me llevó aparte y me dijo al oído: -De aquí no sales vivo si no hago algo ¿Cómo coño te mezclaste con estos rojos hijos de puta? Yo estaba paralizado, tenía 18 años y los dos jugábamos en los juveniles del Real Club Victoria. Yo le dije balbuceando que no tenía derecho a que me salvara si mis compañeros se tenían que quedar allí: -Ellos ya están muertos Pacuco, yo te saco, ya tu luego haces lo que te de la gana, pero si te vuelven a coger de esta no escapas- dijo. Entonces me llevó al patio y con una manguera a presión me limpió la sangre, yo tenía el cuerpo todo cortado por los latigazos de la pinga de buey, por los golpes en la cabeza, el rostro desfigurado por los puñetazos, casi ciego del ojo derecho, que lo tenía hinchado y cerrado. Yo creo que eran las cinco de la mañana, el me dio un sombrero negro, una gabardina y me dijo: -Tira, camina pa tu casa y no mires patrás que aquí se queda el infierno- Nunca olvidaré aquella noche, no volví a ver más a Febles, ni a mis compañeros asesinados y desaparecidos, dos meses después estaba en Caracas reunido con compañeros del exilio en la Casa de España, desde ese día decidí no volver más a mi tierra…»
Testimonio de Francisco Aguiar Morales, vecino de Arenales, Las Palmas, exiliado político en los tiempos del genocidio.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 12 de marzo de 2003, en la ciudad de Valencia, Venezuela.
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