
«Si un perro no corre hacia ti después de mirar tu rostro, debes volver a casa y examinar tu conciencia».
Woodrow Wilson
Lo recogido de esa mirada en la casa donde ejerció de cuidadora y guardiana más de media vida. Aquellos meses ya con mi padre con la mente perdida le hacía una visita periódica a la cama o a la silla de ruedas y le daba uno de sus lametones en los pies. Sabía perfectamente que todo se estaba derrumbando también por la enfermedad de mi madre y se le sentaba de madrugada en la alfombra junto a su lecho mirándola como buscando explicaciones a la fragilidad de lo eterno, descubriendo en su inocencia de ser noble, puro, que todo es temporal, que nada queda para siempre tan solo el recuerdo y la memoria que nos habita.
Ella vio por última vez a mis padres cuando se los llevaban para no volver jamas. Se mantuvo en silencio, no fue agresiva con médicos y enfermeros que acudieron a nuestras llamadas a Urgencias, parecía saber que un ciclo terminaba, para meses después atravesar el mar y vivir ahora más vieja, más frágil,con otros amigos de su especie, otra manada, en un espacio mayor, con árboles, flores y animales salvajes jamás vistos que a veces recalan en su entorno.
Cuando me mira fijamente veo en sus ojos esa casa donde nací y viví gran parte de mi vida, me vienen tantos recuerdos, a mis viejos en forma riendo todavía sin enfermar, Loba no olvida, guarda ese legado, es un manantial de sentimiento.
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