2 octubre 2023

Domingo

«Nos sacaban de madrugada del cuartelillo de Tamaraceite y nos llevaban a Lo Giles, allí nos daban leña de mala manera, varios compañeros murieron descuartizados por el látigo del «Verdugo de Tenoya», eso todos los días hasta que varias semanas después nos llevaron al otro infierno del campo de concentración de La Isleta.

Domingo Santana Armas «Valencia»

Ese día delante de la Audiencia Provincial de Las Palmas, Domingo Valencia, no entendía que los jueces ratificaran en segunda instancia aquel auto judicial, ”que no se apreciaban detenciones ilegales ni crímenes de lesa humanidad” “que en todo caso había prescrito”, sentenciaban ante nuestra demanda para la exhumación de los sesenta fusilados y enterrados en la fosa común del cementerio de Las Palmas:

-¿Paco como es posible esto mi hijo? Pero si eso que hicieron tan terrible no puede prescribir nunca- me decía casi al oído.

Agarrado de mi hombro, le fallaron las fuerzas, se mareó a sus casi 90 años, cuando una compañera leyó en alto la sentencia de los señores jueces del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.

A mi gran amigo, casi familia, le caían las lágrimas por sus mejillas desoladas, viendo el maltrato judicial sobre hombres acribillados a balazos en Consejos de Guerra ilegales por defender la democracia y la libertad:

-Pero si solo hemos pedido enterrarlos dignamente ¿Porqué nos tratan así si no les hemos hecho ningún daño? susurraba como hablando solo cuando lo sentamos en la cafetería frente al juzgado para darle un vaso de agua con azúcar.

Domingo, estuvo detenido desde julio del 36 con sus compañeros posteriormente fusilados cuando apenas tenia quince años. Compartieron torturas horrendas, simulación de ejecuciones con los máuser, brutales palizas de madrugada en los parajes solitarios de Los Giles, junto a las gigantescas fincas de tomateros de los Betancores.

Murió olvidado, sin una humilde calle, solo sus camaradas del PCC del municipio de Ingenio le rindieron merecido tributo poniéndole su nombre a la Agrupación.

Ese día de enero de 2013 envejeció miles de años:

-Tanto tiempo jugándonos la vida en la clandestinidad pa esto- me dijo llorando llegando a su casa de Casa Ayala en mi furgoneta, no pronunció palabra en todo el triste recorrido.