
Regulares del ejército nacional durante la guerra civil española, los 'moros de Franco'
«Cerca de cien mil marroquíes de entre 16 y 50 años lucharon en la Guerra Civil española. Fueron reclutados por el Ejército de Franco en las cabilas del Protectorado del norte y en los miserables poblados de Ifni, y trasladados a la Península en barcos y en aviones alemanes. Durante los tres años que duró la contienda, participaron en todos los frentes de batalla y dejaron un recuerdo terrible de asaltos a sangre y fuego, saqueos (tenían derecho al pillaje), violaciones y matanzas…»
Tomás Bárbulo (Babelia, El País, marzo 2018)
El sargento, Abdel Benchekroun, había venido a Las Palmas a finales del 37 desde I Tabor de Tiradores de Ifni, marroquíes en su mayoría, héroe condecorado en la batalla del Jarama por degollar la noche del 10 y el 11 de febrero junto a sus compañeros de filas a cientos de milicianos republicanos mientras dormían; esta acción, donde perdió un ojo, lo catapultó en plena guerra, dándole renombre entre los mandos, no sabiéndose los motivos exactos de su curioso destino a las islas para colaborar con Falange en las torturas y crímenes masivos.
Tenía unos treinta años, muy alto, de tez morena, podía pasar perfectamente por un canario por los rasgos de su cara, menos cuando hablaba, donde se delataba su deje y acento árabe, en pocas semanas se ganó a los dirigentes de la organización fascista que en esos momentos estaba masacrando a miles de canarios, aprovechando la geografía insular donde no había escapatoria, sin barcos para salir, un callejón sin salida con vigilancia estricta en cada puerto y playa, en los pueblos donde desde la noche del sábado 18 de julio del 36 se estableció la brutal represión, el plan preconcebido con «listas negras», elaboradas con los nombres de a quienes había que detener, fusilar, desaparecer, torturar para sacar información antes de meterle un tiro en la nuca.
Al «moro tuerto» como lo llamaron enseguida los nazis isleños lo integraron en las «Brigadas del amanecer», principalmente en la dirigida por el empresario Alfredo Rivas, bajo la tutela de los jefes falangistas, Juan Del Río Ayala y Eufemiano Fuentes Díaz, que planificaban cada saca nocturna, sacando hombres y mujeres de sus casas o de los tres campos de concentración durante la madrugada para tras el «paseíllo» «darles café» (1).
Abdel, con fama de putero y juerguista, destacaba por la brutalidad con que se empleaba, su facilidad para causar dolor antes del inminente degüello de los detenidos con el que disfrutaba, obsesionado por las mujeres, participó en multitud de violaciones individuales y en grupo, incluso de niñas retenidas tras el asesinato de sus padres.
Se casó a los pocos años con una de las sobrinas de José Ramírez Bethencourt, teniente de infantería, que ejerció de juez en gran parte de los consejos de guerra realizados en el cuartel de La Isleta, con decenas de hombres fusilados condenados a muerte en aquellos «montajes» de juicios sumarísimos, sustentados en mentiras y falsedades, procesando a quienes tan solo pensaban diferente o habían ocupado algún cargo en cualquier institución, sindicato o partido de izquierdas.
Vivió durante un tiempo indeterminado en el barrio de Santidad, municipio de Arucas, hasta que fue abandonado por su esposa con dos hijas pequeñas, por los constantes malos tratos y su avanzado estado de alcoholismo que lo llevó a terminar viviendo en las calles por la zona del mercado de Vegueta, donde trabajaba descargando camiones de fruta y verdura para pagarse su brutal adicción al ron de caña.
(1) C.A.F.E es un lema franquista que se usa de manera críptica como acrónimo, «Camaradas, Arriba Falange Española». En Sevilla Queipo de Llano mandaba a «repartir café» entre los rojos que ordenaba fusilar.
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