
El dictador, Francisco Franco, con el Nuncio del Vaticano, Gaetano Cicognani, el Obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo Garay, junto a otros miembros de la curia católica saludando brazo en alto, durante el acto de la consagración del monumento al Sagrado Corazón, Getafe, 30 de mayo de 1944.
“ ( los curas )… aprobaron el exterminio legal organizado por los vencedores en la posguerra y se involucraron hasta la médula en la red de sentimientos de venganza, envidias, odios y enemistades que envolvían la vida cotidiana de la sociedad española”.
Julián Casanova, historiador de la Universidad de Zaragoza
«(…) Mi hermana Rosa y yo limpiábamos la Catedral, por eso vimos tantas cosas que nos hemos callado todos estos años, a mi padre Antoñito Quesada se lo llevaron los falangistas la noche del 18 de agosto del 36. Entraron como fieras en nuestra casita del barrio de San Juan, no le dieron tiempo ni a vestirse, se lo llevaron tal como estaba en calzoncillos y con una camisa blanca que se acababa de poner cuando echaron la puerta abajo. Nunca supimos más de él. Juanito Ponce, que ayudaba en las misas de la Catedral nos dijo varias semanas después que lo habían torturado hasta la muerte en el Gabinete Literario, para después llevar su cuerpo hasta los pozos de la Heredad de Aguas en Barranco Seco, que lo tiraron allí junto a otros hombres que habían asesinado esa misma noche. Nosotras seguimos limpiando nadie nos dijo lo contrario, aquella iglesia tan importante era el lugar de encuentro de muchos curas, allí tenían sus charlas, sus jornadas de oración y sus alegatos de política, donde mostraban su acuerdo con las matanzas de rojos, celebraban que estuvieran asesinando a miles tan solo por pensar diferente, nunca entendimos que hombres que se dicen santos incumplieran el Quinto Mandamiento del «No matarás». Rosi y yo nos mirábamos asombradas sin parar de limpiar, también contaban sus «hazañas» con niños en la Casa del Niño y el orfanato de Santo Domingo. Chupaban ron como fieras untando el pan en mojo de cochino, se emborrachaban en el Bar de Fernando Alemán, al lado del Convento del Mercado, de allí salían borrachos cantando el «Cara al Sol», dando vivas a Franco a cualquier hora de la noche con las sotanas recogidas, lanzando vítores a lo que llamaban «Santa Cruzada», que era nada menos que asesinar, torturar, violar, desaparecer en pozos y simas o tirar a gente al mar dentro de sacos de papas. Sabían que habíamos perdido a nuestro padre pero se reían en nuestras caras, hacían chistes verdes sobre nosotras, nos llamaban putas tan solo por haber tenido un padre comunista, todo eso que vimos ha sido siempre para nosotras la Iglesia Católica, jamás les perdonaremos, ni se nos quitará todo este odio que llevamos dentro…»
Testimonio de Pinito Domínguez Sosa, limpiadora de la Catedral de Las Palmas entre los años 1931-1937.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 2 de julio de 2003, en el barrio de La Paterna, Las Palmas GC.
Son terribles estos testimonios pero agradecemos que puedan publicarse y difundirse para la memoria histórica.
Muchas gracias Juan Alfredo! Ese es el objetivo, sembrar semillas contra el olvido. Un abrazo!!
Me resulta tan vejatorio el que hoy día sigan los herederos del falangismo-fascismo que algunas veces, cuando observó noticias al respecto, se me revuelve el estómago.
No debemos olvidar.
Gracias por el reportaje
Si, he leído lo horrendo que eran los fusilamientos en Telde. Familias fascistas y falangistas
acudían con sus niños, comida y hasta vino para ver y disfrutar de los fusilamientos.
Un alférez ayudante del teniente encargado del pelotón de fusilamientos, contaba que los
fusilamientos son terribles, hombres con los trozos de masa gris fuera de sus cabezas.
Y hombres aún vivos gritando y llorando llamando a sus madres con los trozos de intestinos
colgando. Y un cura dando la extremaunción y posteriormente el mismo daba el tiro de gracia.