
«…Los hijos que no tuvimos se esconden en las cloacas, comen las últimas flores, parece que adivinaran, que el día que se avecina viene con hambre atrasada…»
Luis Eduardo Aute (Al Alba)
«(…) -Si te dijera amor mío que temo a la madrugada- cantaba Alfredo León en la casa de la calle Tomás Morales, no eran más de las diez de la noche y nos habíamos juntado varios compañeros del Pérez Galdós, entre guitarras, vinos y apuntes. En ese preciso instante tocaron a la puerta, no era una forma de tocar normal, eran golpes aterradores, no usaron el timbre, se hizo el silencio y nadie se atrevía a levantarse para abrir, entonces sonó un -Abran o echamos la puerta abajo, policía armada- Justo Soto, que estudiaba Magisterio, abrió la puerta y en ese momento entraron como fieras, lo golpearon con las porras en la cabeza y lo lanzaron al salón como un saco de papas, el resto nos levantamos y nos dijeron que pusiéramos las manos en la cabeza, Julia Santana no se pudo incorporar paralizada por el miedo, entonces uno de los policías la agarró por el pelo y la arrastró varios metros hasta el baño, la metió dentro y empezó a darle puñetazos, solo se escuchaban los golpes, los gemidos, pequeños chillidos de una muchacha semi inconsciente, con un ataque de asma por el terror. Al resto nos esposaron y dijeron que sacáramos los panfletos y las armas, yo le dije al que parecía que mandaba, que no teníamos nada, que no éramos de ninguna organización, entonces el guardia me dio una bofetada tan fuerte que me rompió los cristales de las gafas que me entraron en el ojo derecho. Comenzaron a registrar, sacaban los cajones de los roperos y las mesas, tirando todo por el suelo, rompiendo vasos, platos, jarrones, todo lo que se les ponía delante. El piso lo teníamos alquilado entre Alicia Hormiga y yo porque éramos de Fuerteventura, era de una señora mayor de Arucas. No era un piso franco como decían aquellos policías, allí no había nada, tan solo un grupo de jóvenes que nos reuníamos todos los viernes. Yo me quedé un rato en el suelo tratando de sacarme los cristales, perdí la visión en ese ojo por varias horas, Julia salió del baño con la cara desfigurada en sujetador, con la camiseta destrozada colgándole de la cintura. Como mismo vinieron se fueron, nos soltaron de mala manera las esposas, no pidieron ni disculpas, se hizo el silencio, nos quedamos allí desolados, ni un vecino salió, ninguno reaccionamos en varios minutos, vimos la guitarra rota en el balcón, la casa destrozada. De allí salimos hacia la Casa de Socorro del Obelisco, me sacaron algunos cristales del ojo, a Julia le cogieron puntos en la cara y la ceja, Justo apareció en la salida con una venda en la cabeza, tartamudeaba y sonreía, tratando de ponerle un toque de humor a una situación dantesca, era febrero de 1976…»
Testimonio de Marisa Perera Concepción, profesora de Educación Secundaria en Puerto del Rosario, Fuerteventura, Licenciada en Historia, estudiante en el Instituto Pérez Galdós entre 1974-1976.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 18 de mayo de 1996, en Universidad Popular de La Isleta, Las Palmas GC.
Más historias
Aprendices de dragones
Chinches
Memoria de Juan