
“Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
Salvador Allende
El martes 1 de octubre del 74 el sacerdote de Xàbia, Antoni Llidó Mengual no regresó a casa. Ya nunca volvería. Agentes de la Inteligencia Nacional chilena (DINA) le detuvieron en una barriada de Santiago junto a varios militantes del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR).
“Toño”, como lo llamaban en los barrios humildes de Valparaíso ejerció de educador popular, coordinando infinidad de proyectos educativos transformadores, desde que tuvo que partir de España a principios de los años 60 por la persecución de la Iglesia franquista.
La inmensa lucha de su hermana Pepa, ha reparado en parte el brutal daño sufrido en su familia, aunque no hayan aparecido sus restos, siendo reconocido y homenajeado en su municipio natal del País Valencià, donde hasta un Instituto de Secundaria lleva su nombre.
En su amado Chile cuenta con un monumento en una de las poblaciones empobrecidas donde trabajaba con la infancia y la juventud más desfavorecida, logrando que en muchos casos llegaran a la universidad.
Eterno en la memoria este hombre valiente, comprometido en la causa de la educación emancipadora, pedagogo del amor y la esperanza como instrumento de liberación.
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