
Mi abuela Lola y su hermana Rosa García López, mi abuelo, Francisco González Santana.
«El día del fusilamiento yo no sabía nada, pero me levanté mala, esa noche no paré de tener pesadillas, los niños también parecían presentir lo peor, no jugaban, no reían, parecían muertos vivientes, a los pocos días llegó la noticia de que los habían fusilado, ni siquiera una tumba nos dejaron.»
Rosa García López
«(…) Cuando condenaron a muerte a tu abuelo fui a hablar con un abogado de Las Palmas que tenía el despacho en Vegueta, se llamaba don José Miguel Manrique de Lara y de Ilurdoz, me acuerdo que me hizo esperar mucho tiempo, allí estuve desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, llegaban clientes y los atendía antes que a mi, salía su secretaria y me decía que tenía que esperar. Sin comer en todo el día y sin beber agua me vino a atender casi a las ocho de la noche, me acuerdo que no levantaba la vista de la mesa, me hablaba como si yo no existiera. Tenía fama porque había conseguido varios indultos a hombres de la isla que iban a fusilar, entonces me explico lo que tenía que pagar sin casi preguntarme por la condena ni el Consejo de Guerra, era canario pero hablaba con acento peninsular, eso en aquella época hacía parecer que era una persona más importante, me dijo sin mirarme a la cara: -Mire usted señora por la hora que es vamos al grano que es muy tarde, yo le explico lo que cuesta este proceso y ya usted toma una decisión al respecto, hace falta pagar a varios funcionarios, luego un par de favores, alguna donación, algún regalo y por supuesto al Fiscal Militar también tendrá que llevarse algo, ya que será quien pida por escrito el indulto a los altos mandos de Capitanía, sumando todo a bote pronto, más los honorarios de este despacho, serían por lo bajo unas 40.000 pesetas- Yo me quedé sin habla y le dije -¿De dónde voy a sacar todo ese dinero don José?- Él me miró con cara de sorpresa y en una carcajada me dijo: -Usted es muy guapa y estoy seguro que si se esfuerza podrá conseguir una buena cantidad de dinero en muy poco tiempo, le puedo dar muchos contactos que estoy seguro estarían muy interesados y con total discreción- Yo casi no podía hablar, me estaba diciendo que me prostituyera, entonces se levantó fumándose un habano enorme, caminó por el despacho y se paró detrás de mi echándome el humo en mi cabeza, yo no me atreví a mirar lo que hacía, pero escuché la cremallera de su pantalón, en ese momento metió las dos manos por mi vestido a la altura del cuello y me cogió los pechos. Yo me levanté y le di un golpe fuerte con mi mano en su cara pa que me soltara, el siguió riendo sin parar, escupía mientras reía y olía a sudor y colonia de gente rica, luego me dijo ya muy serio: -Pues entonces está claro que su marido será carne de paredón, yo solo quería ayudarla, haga el favor de salir de mi despacho- Andando por la calle Reyes Católicos me temblaba todo el cuerpo y no paraba de llorar, toda la gente que pasaba se me quedaba mirando. No te imaginas lo triste que me puse, habían matado a mi niño tres meses antes cuando lo sacó de la cuna aquel falangista y le destrozó la cabeza contra la pared, en ese momento me di cuenta que no había esperanza, que la vida de Pancho dependía de que a Franco se le ocurriera algún indulto por cualquier celebración de la Iglesia o el Movimiento Nacional, solo veía a mi marido ante el pelotón de fusilamiento, luego muerto en el suelo, acribillado a balazos, como así fue poco después, la tarde del 29 de marzo del 37, donde lo fusilaron junto a Juan Santana el alcalde y el resto de sus camaradas, ni nos avisaron a la familia de la ejecución, no tuvimos tiempo ni de rezarle un Padrenuestro, cuando llegó la noticia al pueblo ya lo habían tirado en la fosa común del cementerio de Las Palmas, fueron los días más tristes de mi vida, no tenía que haber seguido viviendo, si lo hice fue por mis tres hijos, tu padre y sus dos hermanos…»
Testimonio de mi abuela paterna Dolores García López.
Conversación mantenida en diciembre de 1975 en su casa de El Puente, Tamaraceite, Isla de Gran Canaria.
El franquismo normalizo los asesinatos de civiles desarmados y sin defensa alguna, para realizar estos hechos solo lopodían hacer los asesinos que disfrutaban asesinado a inocentes.