
Viñeta de Chesús Calvo, en su cómic 'Esclavos de Franco'
“A los individuos o parejas que no manejaban bien el pico o la pala los juntaban y les echaban tareas que era imposible terminar; aunque se esforzaran (…), como llegaba la hora de comer y no adelantaban nada, un cabo y un sargento con sendas varas les daban latigazos y junto a la fatiga caían extenuados al suelo”.
Roque Yuste, preso esclavo del franquismo.
«(…) En la finca de La Noria había un grupo de unos treinta trabajadores esclavos, todos sacados del campo de concentración de Gando, eran muchachos jóvenes de varios puntos de Gran Canaria, cinco de Tenerife, un palmero muy mayor, tres andaluces de Correos, más dos vascos de Telégrafos de Las Palmas, los hacían trabajar de sol a sol con varios falanges al lado que les daban fusta de mala manera, los obligaban a las tareas más duras, a veces cuando no había mucho que hacer los hacían levantar piedras enormes y llevarlas de un lado a otro de la hacienda, más de quinientos metros, luego levantarlas de nuevo y volverlas a llevar al mismo sitio. Aquella gente estaba echa un desastre con infecciones en la piel por las heridas de los latigazos, la cintura y la espalda destrozada, los pobres iban muriendo de enfermedades terribles, también de hambre y de sed, porque casi no comían ni bebían, parecían esqueletos andantes cuando los veíamos caminando desde las seis de la mañana recibiendo leña. Nosotros los que trabajábamos allí de jornaleros por sueldos de miseria a veces les dábamos algo de comer, una bolsa de higos secos, plátanos verdes, pan duro del que se le echaba a los perros, algo de gofio amasado con agua, ellos lo devoraban en un momento y llorando nos daban las gracias, sabían lo que nos jugábamos porque no nos dejaban hablar con ellos, los esbirros del Condado estaban siempre acechando con su uniforme de Falange, allí cualquier descuido te costaba la vida. Recuerdo la tarde que los mataron, fue un día triste, donde desde por la mañana llegaban falangistas y guardias civiles, parecía que iba a pasar algo y no sabíamos qué, pero se sentía en el ambiente, me acuerdo que fue diciembre de 1937, muy cerca de las Navidades. Ellos estaban esa mañana en el malacate, donde los obligaban a hacer el trabajo de los bueyes, dando vueltas a la noria pa extraer el agua del pozo. Ramon Araña que era mano derecha del Conde los sacó a palos con varios requetés hasta la explanada de los cercados de papas, allí los pusieron de rodillas con las manos amarradas a la espalda y sin mediar palabra empezó a dispararles en la nuca, uno a uno, junto otros pistoleros del Sur de la isla, como Eustasio López, Manolito Sosa y Rafael Inglot, los acompañaba también el cura de la catedral don José Lantigua, que daba las bendiciones después de muertos. Los trabajadores estábamos asombrados de ver aquello, los muchachos iban cayendo uno a uno al suelo echando sangre a chorros por la cabeza, luego allí mismo nos hicieron abrir una fosa y enterrarlos…»
Testimonio de Domingo Tejera Amador, vecino de Jinámar y jornalero en las tierras del Conde en los años del genocidio.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 29 de marzo de 1998, en Caserones, municipio de Telde.
Nunca pensé que un ser humano podía ser tan cruel, estas cosas tan salvajes no parece de personas normales, parece del mismo demonios si es verdad q existe, y lo mas lindo, participar un cura en estos crímenes, así son capaces de invocar el nombre de dios.
Quisiera fuera juzgado todos y cada uno de estos crímenes, que la ley sea justa y paguen por lo q han hecho.