
Interior casa-cueva del Barranquillo del Polvo (Jurria Humiaga)
«Alzado sobre los páramos / igual que un cardón sureño, / con hoscas púas por fuera / y pulpa de amor por dentro. / Alzado sobre los llanos / como un cacto del Ingenio, / que enseña espinas al día / y flores de noche al sueño. / Así soy: canario hondo, / calmoso, grave y moreno, / como el picón de mi tierra / que tiene lava en el seno».
Francisco Tarajano
«(…) -Les pueden dar café del bueno- dijo el nieto del Conde desde la ventanilla del coche negro aparcado debajo de las cuevas del Barranquillo del Polvo, enseguida los falangistas amarraron a los cuatro hombres con las manos a la espalda, la soga de pitera clavada en sus muñecas, parecían animales preparados pal matadero allí sentados junto al camión de tomates. Yo conocía solo a dos que eran amigos de mi padre, Ramón Guedes Tejera y Juan Brito Santiago, dos muchachos muy jóvenes que eran de la Sociedad Obrera del Castillo del Romeral, los otros eran más mayores y por lo que decía la gente eran de Veneguera y Tasarte. Los subieron al vehículo y cuando fueron a salir no arrancaba, le empezaron a dar cuerda por delante un buen rato y el motor sonaba como un burro cuando se está muriendo, la lluvia caía muy fuerte y daba pena verlos allí temblando a los cuatro desgraciados, los niños no entendíamos porque se los llevaban, luego vino una señora vestida de negro con un pañuelo en la cabeza dando gritos, era la madre de Ramón, entonces un falangista de Telde le dio un golpe en la cabeza con una porra de madera, la mujer se quedó en el suelo sin conocimiento con una brecha en la frente. Allí estaba medio pueblo viendo aquel espectáculo, llegaron más falangistas en varios coches y reforzaron la vigilancia que era rodearnos con fusiles apuntándonos a los niños. Cuando el camión se puso en marcha los hombres detenidos empezaron a decir que avisaran a su familia, daba tristeza verlos llorando, hasta que Pedro Araña, que era mayordomo del Conde, les empezó a dar latigazos con una fusta dentro del volteo, las sangre nos salpicaba a todos, al rato los vimos sentados en el suelo, tristes, humillados, con la cabeza agachada, el camión se perdió carretera abajo hacia Amurga, seguía lloviendo a mares, la noche ya no dejaba ver los cercados secos y las chabolas de los obreros…»
Testimonio de Antonio Pérez Mejías, vecino en su infancia de Casa Pastores, Santa Lucía de Tirajana, en los años del genocidio.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 3 de enero de 1997, en El Tablero de Maspalomas, Tunte, Gran Canaria.
Lamentable historia, gracias x hacernos llegar estás aberraciones, el desconocimiento hay la ignorancia.